jueves, 27 de agosto de 2009

Novela: Extraña historia de Amor

A esta Novela Corta, Eduardo Mignona la calificó de "Un ensayo de enorme imaginación". Fue el mejor cumplido que recibí hasta ahora por algo que haya escrito. A Eduardo le estaré eternamente agradecido, porque su comentario me animó a seguir escribiendo. Extraña historia de Amor es una novela de amor y ciencia ficción. Es la historia de amor de Adriana y Gabriel. Un amor que inesperadamente, se presenta cuando nadie lo esperaba. Especialmente para sorpresa de Gabriel Meyer. Porque Gabriel... no es un hombre común.

http://cid-e846499e03709569.skydrive.live.com/self.aspx/Novelas/Extra%c3%b1a%20Historia%20de%20Amor/Extra%c3%b1a%20historia%20de%20Amor.pdf

Raúl Mansilla

Cuando se despliega la hoja de Windows Live, en su parte superior está el ejecutable "Descargar". Es un PDF. Cualquier inconveniente, me lo pueden solicitar al mail de referencia, y se los envío.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Libertadores de América

El granadero bajó del caballo y se paró erguido a su lado. Estaba justo frente a la puerta de madera de la casa del General. Se sacó el morrión y sosteniéndolo por el aro, se lo colocó a la altura de la cintura. Aclaró la garganta y disimuladamente se pasó la mano derecha por los ojos. Solo hacía media hora que había despedido a su mujer y a su hijo. Al recordarlos, un nudo se le hizo nuevamente en la garganta. Tosió a propósito y alcanzó a aclarar un poco la garganta. Se aproximó dos pasos. Golpeó la puerta de madera. Pasaron unos minutos y la puerta se abrió. Una mujer negra con un pañuelo atado a su cabeza lo recibió. Se dio cuenta que era una de las criadas. El granadero Morales notó que la mujer tenía los ojos llenos de lágrimas.
- Vengo a buscar al General San Martín...- Le dijo con voz firme el granadero.
- El Señor se está despidiendo de la Señora... Pase por favor...-
Morales siguió a la mujer negra, que lo guió hasta un patio interior rodeado de plantas y enredaderas floridas en sus canteros. Se quedó en el pasillo de baldosones de ladrillo que llevaba hasta el centro del patio interior. En el centro, vio al General que estaba sentado sosteniéndole la mano a una mujer rubia que estaba sentada en una silla enfrentada. Morales se dio cuenta que esa mujer era la esposa del General. A Morales, la mujer del General le pareció muy joven. La vio con los ojos llorosos y un pañuelo blanco en la otra mano. Vio que a su lado había una cuna desde la cual, cada tanto, se sentía los gorgojeos de una criatura. Morales tragó saliva, porque recordó a su mujer y la despedida reciente. Se cuadró en la entrada y dijo:
- Mi General...-
Vio que San Martín le levantaba una mano, para hacerlo callar. Mientras, le hablaba en voz baja a su mujer. Remedio de Escalada, la mujer del General, lloraba mientras se secaba los ojos con el pañuelo blanco. San Martín se incorporó. Su señora también. Manuel Morales vio que el General le llevaba una cabeza en altura a su mujer. Al lado del militar, Remedios de Escalada le pareció muy niña y muy frágil. Una jovencita de piel muy blanca. Vio que San Martín levantaba la bebé que estaba en la cuna. La abrazó con mucho cuidado y el granadero se dio cuenta que el General sollozaba. Remedios los abrazó a ambos. Manuel miró discretamente hacia un costado. Se puso su morrión y pasó las carilleras de fijación por debajo de su barbilla. Vio que el General dejaba con extremo cuidado la bebé en la cuna. Se abrazó a su mujer, en un abrazo prolongado. Finalmente la dejó, dio media vuelta y se puso su bicornio en la cabeza. Se dirigió a paso firme hacia donde lo esperaba el granadero erguido y con la mano en la empuñadura de su sable. Morales vio que el General tenía los ojos húmedos. Bajó su vista, para no incomodarlo.
- ¡José!... - Gritó de pronto su mujer, que corrió hacia él.
El General se dio vuelta, la recibió en un fuerte abrazo y elevó a su mujer así, abrazada. Morales vio que los pies de la mujer quedaron en el aire. Se dieron un beso intenso. Morales se dio vuelta, sorprendido por la pasión de la despedida de su General. Minutos después estaban sobre los caballos, todavía en la puerta de la casa. Mercedes de San Martín los despidió en la puerta misma. Morales vio que la mujer le levantaba el bracito a la beba en señal de despedida para su padre. Lo vio al General muy turbado, visiblemente emocionado. Los hombres expoliaron los caballos, que salieron al trote en medio de la tarde.
- ¿Tiene familia Manuel?...- Le preguntó de pronto el General.
- ¡Sí Señor!... - Contestó turbado por la pregunta tan familiar de su superior. - Gabriela, es mi mujer… Está embarazada… y Lucio, de cuatro años. Señor. -
- ¿Ya se despidió de ellos?.-
- ¡Si mi General!...- Le contestó con la voz entrecortada.
San Martín se dio cuenta de la emoción que embargaba al granadero que partía a la guerra dejando a su mujer y su hijo. Lo vio que se secaba una lágrima disimuladamente. El General le puso su mano sobre el hombro en un gesto paternal, mientras los caballos trotaban.
- ¡No sienta vergüenza de llorar Manuel!. ¡Vergüenza deberían sentir los que no aman!. ¡Vergüenza los que no lloran cuando dejan atrás todo, incluyen mujer e hijos!...-
- ¡Sí mi General!...- Le contestó el granadero con la voz quebrada.
- ¡¡Ojala la Patria se acuerde mañana, y sepa valorar el sacrificio personal que cada uno de nosotros realiza Manuel!!...-
- ¡Sí mi General!...- Le contestó el granadero con la voz quebrada.
- ¡Apuremos la marcha Morales!. ¡Que nos esperan los godos!...-
Le gritó San Martín mientras expoliaba su caballo.

Un campesino de Mendoza; que juntaba las vacas al final del día; vio pasar al General San Martín y un granadero que galopaban a buen ritmo, en dirección al campo donde estaba el ejército que cruzaría a Chile.

"Solo los hombres apasionados son capaces de desafiar a la razón"...

Raúl Mansilla

viernes, 21 de agosto de 2009

Cuento: La Otra Mujer


Este año, leyendo unos escritos de Juan Pablo Feinmann, encontré un comentario suyo respecto a una obra de Rodolfo Walsh que se llama: Esa Mujer. Y que cuenta una corta historia novelizada de Eva Duarte de Perón luego de la muerte.
Sin saber, yo había escrito, como parte de otra novela, algunos años después, la misma situación. Por ese motivo lo llamé: "La otra Mujer".
La otra Mujer es un cuento de ficción sobre hechos reales. Nadie puede hoy asegura que las cosas hayan sido así, ó parecidas, ó iguales.

Raúl Mansilla.

Cuando se despliega la hoja de Windows Live, en su parte superior está el ejecutable "Descargar". Es un PDF. Cualquier inconveniente, me lo pueden solicitar al mail de referencia, y se los envío.

Cuento: La Subasta

Es un cuento de imaginación en la Buenos Aires del 2050. Su protagonista es Esther Van Der Beck, que tiene una sola obsesión: Volver a ser joven.

http://cid-e846499e03709569.skydrive.live.com/self.aspx/Cuentos/La%20Subasta/La%20Subasta.pdf

Raúl Mansilla

Cuando se despliega la hoja de Windows Live, en su parte superior está el ejecutable "Descargar". Es un PDF. Cualquier inconveniente, me lo pueden solicitar al mail de referencia, y se los envío.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Cuento: La Niebla

La Niebla es la historia repetida de muchos de nosotros, los que en medio de la lucha diaria, nos vamos olvidando ó confundiendo la prioridad de las cosas importantes. Es la historia de Santiago, que a través de Joaquín, vuelve a recordar cosas que estaban perdidas en su memoria.

Raúl Mansilla

http://cid-e846499e03709569.skydrive.live.com/self.aspx/Cuentos/La%20Niebla/La%20Niebla.pdf

Cuando se despliega la hoja de Windows Live, en su parte superior está el ejecutable "Descargar". Es un PDF. Cualquier inconveniente, me lo pueden solicitar al mail de referencia, y se los envío.

sábado, 15 de agosto de 2009

Colectivo Imaginario entrevista a Felipe Pigna

Ver el video.

http://www.youtube.com/watch?v=vQRh-UV9rhY

Pienso que podemos estar ó no de acuerdo, pero lo fundamental es opinar para conocernos. Por esos escribo mis impresiones. Me gustaría que algunos las compartan ó la discutan, porque así es el juego… ¿En que coincido con Pigna?.

En frases:

“El investigar es un ejercicio de tolerancia. Hay gente con la que yo no me sentaría a tomar un café. Muy pocos se auto critican”.
Coincido: Yo tampoco elegiría sentarme a tomar un café con ciertos personajes, pero es buena la tolerancia, el pensar distinto.
“La falacia es una forma de verdad, es la verdad vista del otro lado. El uso de lo coloquial. La necesidad de una síntesis. ¿Rosas ó Sarmiento, eran buenos ó eran malos?. Hay diferentes verdades subjetivas. La historia es absolutamente subjetiva”.
Coincido: La Historia es absolutamente subjetiva. El que la cuenta pone el énfasis en lo que cree. Si no leer el Facundo de Sarmiento y Juan Facundo Quiroga de David Peña, parecen dos hombres distintos y hablamos del mismo.
“Los años lo van tornando más tolerante, se amplia la cabeza. El quedarse con una forma de pensar es aburrido. Escuchar al otro aunque uno no coincida en absoluto”.
Coincido: Con eso de la tolerancia. Nos falta a los argentinos: Tolerarnos.
“El énfasis en los jóvenes. Los jóvenes es lo que a uno le preocupa del país. Yo los respeto mucho, la base es el respeto. Da buen resultado”.
Coincido: Es lo mejor. Calentarnos por los jóvenes es preocuparnos por el futuro.

domingo, 9 de agosto de 2009

Nos gana la Nostalgia



Siempre. Porque cuando los años se van, lo que quedan son los recuerdos bonitos, aquellos que nos hicieron vivir cosas diferentes. Como estos cuatro señores que cruzan una calle cualquiera en un suburbio de Londres, allá por los años 60 y pico. ¿Abbey Road fue el mejor?. No sé. Cada uno puede opinar distinto, pero para mí fue el mejor. Lejos... ¿Que les dirá la mujer de cabellos grises que está al lado del joven que los prepara para la foto?. ¡Que incógnita!... Les dirá algo como:
- ¡Oiga joven!. ¿¡No sería conveniente que se cortara el pelo para la foto!?...-
- (¿Y quien será esta vieja?...).- Pensó el hombre del traje blanco.
- ¡No se preocupe Señora!. ¡Es solo una foto!.- Le dijo conciliador el joven del traje oscuro.
- ¡Pero dígale a su compañero que parece una mujer!...- Insistió la mujer.
- ¡Andá a la ....!.- Le contestó el joven de muy mala gana.
- ¡¡Bueno John, es solo una anciana!!...- Le contestó Ringo a su compañero.

domingo, 2 de agosto de 2009

Apocalipsis 1590

No llegue al Pucará de Tilcara a hacer turismo, sino a ser testigo de una tragedia.

Tienen que poner "Ennio Morricone" en el seach de Youtube de esta página. En el tercer link hacia abajo, con el botón derecho del Mouse, abrir el link con "Abrir enlace en una pestaña nueva", y escuchan el tema mientras leen el escrito.

Se despertó con el canto de un pájaro cercano. Abrió los ojos y distinguió a la mujer que dormía a su lado. Acarició su panza embarazada y la mujer le dedicó una sonrisa sin lograr abrir los ojos. Se dio vuelta en la cama. Otate la tapó con las pieles que los cubrían cada noche. La mañana era fresca. Sabía que su mujer se levantaría más tarde. El embarazo la hacía más lenta y perezosa. Miró a sus dos hijos varones que dormían en el otro extremo de la habitación de piedra con techo de paja bajo. Sus hijos tenían seis y cuatro años. El primero ya hablaba bien el dialecto Cacán. El más chico apenas lo balbuceaba. Otate se levantó de la cama y se ajustó la capa de piel sobre los hombros. Buscó las alforjas y las llenó con algo de comida. Metió un pedazo de pan. Sacó su odre y lo sumergió en la vasija donde guardaba el agua. Vio como las burbujas de aire salían a la superficie y el odre se hinchaba hasta rebalsarse de agua. Lo cerró con el tapón de madera y se lo colgó del cuello. Levantó la puerta de madera de troncos y la hizo girar sobre el soporte, tratando de no hace ningún ruido que despertara a sus hijos y a su mujer que dormían entre las pieles. Miró hacia afuera.



Salió al frente de la casa, a la calle común. Otate vio los cerros del oeste iluminados por el sol. Caminó por la calle despareja, mientras se acomodaba el abrigo para calmar el fresco de la mañana. Levantó su vista y miró los cerros que rodeaban su casa de piedra. Estaban en la parte más alta del Pucará. Observó las nubes que cubrían la punta de los cerros.



Levantó su vista y vio que el viento corría de norte a sur. Pensó que las nubes se irían rápidamente y dejarían la luz cálida del sol de la estación de las flores. Miró hacia el sur y vio las nubes que, mientras corrían, mostraban detrás, un cielo celeste. Un cielo cristalino.



Otate era feliz. Ese era su mundo. El Pucará, su mujer, sus hijos, y las plantaciones de maíz que ayudaba a cuidar y regar todos los días. Se paró en medio de la calle y levantó sus brazos hacia el cielo. En Cacán agradeció al sol, que le calentaba el cuerpo en la nueva mañana.

Se paró con sus piernas abiertas sobre el canal de agua de riego. Con sus dos brazos, levantó la esclusa de madera unos centímetros, para dejar correr el agua por la acequia. El agua pasó descontrolada, a borbotones, hacia los sembrados de maíz. Era cristalina, límpida, pura. Reflejaba rayos de la luz del sol que iluminaban su cara. Vio como el agua se desparramaba por los innumerables canteros que bordeaban a la plantación de maíz. En ese momento, varias aves cruzaron entre graznidos por el cielo. Las aves iban de norte a sur. Otate se inquietó. Tuvo un mal presentimiento. Esa extraña sensación de que algo malo podría suceder.
Estaba inclinado sobre el almácigo de tierra que tenía en su interior las nuevas plantas, cuando sintió un grito fuerte y vio que varios indios que estaban en la plantación, corrían a auxiliar a alguien que llegaba gritando. Tiró el almácigo en la cesta de caña y corrió hasta donde estaban los otros indios reunidos. Todavía llevaba una asada en su mano. Iba corriendo, cuando vio que sus compañeros lo asistían al recién llegado en el suelo. Se asustó. Sentía sus gritos desgarrados. Cuando se acercó, vio al infeliz sentado en medio de la rueda que los otros indios le hacían. Vio que tenía profundos cortes en la espalda por donde mana la sangre roja del recién llegado. Cuando logró empujar a los otros y ver al recién llegado de frente, se horrorizó. El indio tenía cercenada una mano, que intentaban atársela para evitar la pérdida de sangre. Acompañado de varios indios armados, llegó al lugar, desde lo alto del Pucará, el cacique Chelemin, que no ocultó su impresión por el estado en que encontró al indio que había llegado.
- ¡¡Son hombres altos!!… ¡¡Que caminan montando animales de cuatro patas!!… - Dijo el indio en Cacán, desesperado. – ¡¡Tienen corazas… corazas como tortugas, que los cubren!!. ¡¡Ninguna de nuestras flechas logró lastimarlos!!… - Gritó desesperado. - Quisimos atacarlos pero no pudimos. – Les dijo con los ojos muy grandes. – ¡Ellos, sobre esos animales, eran muy altos!. ¡Parados, les llegábamos debajo de la cintura!… -
Los indios que lo rodeaban, lo escucharon preocupados sin poder entender a que se enfrentaban. Otate se separó del círculo de indios que rodeaban al recién llegado. Miró hacia arriba, en dirección al Pucará. Vio el techo blanco de su casa de piedra, donde seguramente estaría su mujer y los chicos jugando. Tiró la asada que llevaba en la mano y salió corriendo en dirección a su casa.

Rodrigo de Valdivia se sacó el casco y limpió la gota de transpiración que corría por su frente. Le incomodaba la armadura metálica. Tomó un trago de agua y miró el paisaje que los rodeaba. Vio que los cerros que los rodeaban, tenían llamativas franjas de colores. Estaban en medio de la quebrada. Su caballo resbaló sobre unas piedras en medio del terreno escabroso y desparejo. Miró al cura que llevaba en su carro la enorme cruz de madera que había traído desde Perú. Vio que el cura estaba medio borracho. Estaba atado al asiento del carro. De vez en cuando, su asistente lo enderezaba sobre el asiento de madera. Escuchó que uno de los soldados gritaba varios metros más adelante. El soldado señala hacia el sur. Valdivia se paró sobre los estribos del caballo. Hizo visera sobre su vista y logró distinguir lo que el vigía le señalaba. A lo lejos, entre los cerros, distinguió un Pucará. Seguramente allí se había dirigido el indio que se les había escapado a primera hora de la mañana. Apuro el paso de su caballo. El polvo del camino que levantó, envolvió la desordenada fila de soldados que venían detrás suyo.