miércoles, 26 de agosto de 2009

Libertadores de América

El granadero bajó del caballo y se paró erguido a su lado. Estaba justo frente a la puerta de madera de la casa del General. Se sacó el morrión y sosteniéndolo por el aro, se lo colocó a la altura de la cintura. Aclaró la garganta y disimuladamente se pasó la mano derecha por los ojos. Solo hacía media hora que había despedido a su mujer y a su hijo. Al recordarlos, un nudo se le hizo nuevamente en la garganta. Tosió a propósito y alcanzó a aclarar un poco la garganta. Se aproximó dos pasos. Golpeó la puerta de madera. Pasaron unos minutos y la puerta se abrió. Una mujer negra con un pañuelo atado a su cabeza lo recibió. Se dio cuenta que era una de las criadas. El granadero Morales notó que la mujer tenía los ojos llenos de lágrimas.
- Vengo a buscar al General San Martín...- Le dijo con voz firme el granadero.
- El Señor se está despidiendo de la Señora... Pase por favor...-
Morales siguió a la mujer negra, que lo guió hasta un patio interior rodeado de plantas y enredaderas floridas en sus canteros. Se quedó en el pasillo de baldosones de ladrillo que llevaba hasta el centro del patio interior. En el centro, vio al General que estaba sentado sosteniéndole la mano a una mujer rubia que estaba sentada en una silla enfrentada. Morales se dio cuenta que esa mujer era la esposa del General. A Morales, la mujer del General le pareció muy joven. La vio con los ojos llorosos y un pañuelo blanco en la otra mano. Vio que a su lado había una cuna desde la cual, cada tanto, se sentía los gorgojeos de una criatura. Morales tragó saliva, porque recordó a su mujer y la despedida reciente. Se cuadró en la entrada y dijo:
- Mi General...-
Vio que San Martín le levantaba una mano, para hacerlo callar. Mientras, le hablaba en voz baja a su mujer. Remedio de Escalada, la mujer del General, lloraba mientras se secaba los ojos con el pañuelo blanco. San Martín se incorporó. Su señora también. Manuel Morales vio que el General le llevaba una cabeza en altura a su mujer. Al lado del militar, Remedios de Escalada le pareció muy niña y muy frágil. Una jovencita de piel muy blanca. Vio que San Martín levantaba la bebé que estaba en la cuna. La abrazó con mucho cuidado y el granadero se dio cuenta que el General sollozaba. Remedios los abrazó a ambos. Manuel miró discretamente hacia un costado. Se puso su morrión y pasó las carilleras de fijación por debajo de su barbilla. Vio que el General dejaba con extremo cuidado la bebé en la cuna. Se abrazó a su mujer, en un abrazo prolongado. Finalmente la dejó, dio media vuelta y se puso su bicornio en la cabeza. Se dirigió a paso firme hacia donde lo esperaba el granadero erguido y con la mano en la empuñadura de su sable. Morales vio que el General tenía los ojos húmedos. Bajó su vista, para no incomodarlo.
- ¡José!... - Gritó de pronto su mujer, que corrió hacia él.
El General se dio vuelta, la recibió en un fuerte abrazo y elevó a su mujer así, abrazada. Morales vio que los pies de la mujer quedaron en el aire. Se dieron un beso intenso. Morales se dio vuelta, sorprendido por la pasión de la despedida de su General. Minutos después estaban sobre los caballos, todavía en la puerta de la casa. Mercedes de San Martín los despidió en la puerta misma. Morales vio que la mujer le levantaba el bracito a la beba en señal de despedida para su padre. Lo vio al General muy turbado, visiblemente emocionado. Los hombres expoliaron los caballos, que salieron al trote en medio de la tarde.
- ¿Tiene familia Manuel?...- Le preguntó de pronto el General.
- ¡Sí Señor!... - Contestó turbado por la pregunta tan familiar de su superior. - Gabriela, es mi mujer… Está embarazada… y Lucio, de cuatro años. Señor. -
- ¿Ya se despidió de ellos?.-
- ¡Si mi General!...- Le contestó con la voz entrecortada.
San Martín se dio cuenta de la emoción que embargaba al granadero que partía a la guerra dejando a su mujer y su hijo. Lo vio que se secaba una lágrima disimuladamente. El General le puso su mano sobre el hombro en un gesto paternal, mientras los caballos trotaban.
- ¡No sienta vergüenza de llorar Manuel!. ¡Vergüenza deberían sentir los que no aman!. ¡Vergüenza los que no lloran cuando dejan atrás todo, incluyen mujer e hijos!...-
- ¡Sí mi General!...- Le contestó el granadero con la voz quebrada.
- ¡¡Ojala la Patria se acuerde mañana, y sepa valorar el sacrificio personal que cada uno de nosotros realiza Manuel!!...-
- ¡Sí mi General!...- Le contestó el granadero con la voz quebrada.
- ¡Apuremos la marcha Morales!. ¡Que nos esperan los godos!...-
Le gritó San Martín mientras expoliaba su caballo.

Un campesino de Mendoza; que juntaba las vacas al final del día; vio pasar al General San Martín y un granadero que galopaban a buen ritmo, en dirección al campo donde estaba el ejército que cruzaría a Chile.

"Solo los hombres apasionados son capaces de desafiar a la razón"...

Raúl Mansilla

3 comentarios:

  1. Confieso que al leerlo, a veces me sentía como San Martín y a veces como Morales, y eso que no tengo chicos ni mujer, pero me llamó la atención cómo están descritos esos momentos en los que uno no piensa nunca sobre la historia argentina o de cualquier otro lado. Las historias de los pequeños grandes detalles que hacen grande al ser humano como ser humano. Lo demás es la historia que conocemos, que no es poca.

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  2. Gancho: Yo me imagino a San Martín como un hombre apasionado. Como Moreno, o como Belgrano. Solo un hombre apasionado puede desafiar a la razón.(Es una frase de mi autoría).

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