La mano de Rusell Crowe acariciando las espigas de trigo al inicio de Gladiador. Uno no lo entiende al principio, pero la imagen cobra un enorme valor a medida que se entera del profundo deseo del General de volver con su mujer y su hijo a una vida simple en su granja. A la vida de un hombre común. Su deseo de salir de tanta muerte y violencia, al punto de confesarle a Marco Aurelio la cantidad de años, semanas y días que hace que no los ve. Da mucha pena escucharlo a Máximo como añora su casa.
Las escenas iniciales de Nothing Hill. Unas imágenes difusas en negro y gris. Gritos que se escuchan de fondo, y la imagen que se va aclarando. Elvis Costello que comienza a interpretar “She”, como música de fondo. Gritos de los fans que se hacen más audibles. Una voz de fondo que grita “¡Ana!”. Y luego la imagen en primer plano de Julia Robert sonriendo cuando baja del auto… ¡Que bella que aparece Julia!. (Sutileza). ¡La imagen deja la sensación de estar mirando en escena a una verdadera diva!.
La muerte de Marlon Brando (en El Padrino) entre las plantas de tomate de su casa. Su juego inicial con el nieto. El susto tan espontáneo del nieto cuando el abuelo se da vuelta con la cáscara de naranja entre los dientes. La tos de Don Corleone. La muerte súbita en medio de los tomates. Y el nieto que por ser tan pequeño, no se da cuenta, y al sentirse solo, se va de la escena. Esos segundos en que todo está quieto. Te deja la sensación de presenciar la muerte de un hombre común. La muerte de un abuelo en el fondo de su casa. ¡Pero El Padrino no es para nada nadie común!.
La escena de Terminator II, cuando Terminador queda en custodia en el frente de un negocio, mientras Sara y Jhon Connor descansan. Arnold está parado, con las piernas separadas y el arma en la mano. La cámara lo toma de abajo. El mira hacia su izquierda y queda con la vista fija en el horizonte. Y detrás se el perfil del negocio y la oscuridad de la noche. Sin cambiar de posición, ni de cámara, detrás del negocio se vuelve de día y el Terminador sigue en la misma posición. Realmente allí tuve la sensación de que verdaderamente Arnold era una máquina. ¡Esa actitud de no moverse entre la noche y el día no puede ser humana!.
La escena en Titanic, de uno de los momentos en que evacuan el transatlántico. Caledon Hockley está junto a Jack, parados contra la baranda. Ambos despiden a Rose que la están bajando en el bote salvavidas. Rose levanta la vista y la cámara muestra lo que ella debe haber visto en ese momento. Los dos hombres juntos, Jack con cara de resignación, que la mira desde arriba con los ojos húmedos. Y en ese momento, una bengala de luz blanca que explota a varios metros sobre su cabeza sobre el fondo negro del cielo helado de la noche, y lo ilumina todo. ¡Que bien puesta esa bengala!. Su luz ilumina la tragedia a su alrededor y Jack está en el medio de ella. La desesperación de Rose por tener que dejarlo. (¡Que sutileza la de James Cameron!).
Las escenas de Amadeus donde Murray Abrahams en su personaje de Salieri le cuenta al cura que lo visita, la obra de Amadeus. ¡¡Son soberbias!!. En su caracterización y esas tomas en primer plano del personaje, uno siente al escuchar y verlo hablar de Amadeus, su devoción por la música, su admiración por la genialidad de Mozart, y uno mismo, espectador, siente pena por ese viejo maestro y su destino olvidado. Y en contraposición, escenas posteriores, cuando habla de la personalidad de Amadeus, mostrando ese odio y desprecio hacia la persona y a la forma de ser tan mundana del compositor. ¡El espectador siente miedo del viejo que habla!. Hasta ese final siniestro donde Salieri le cuenta como el se da cuenta que la debilidad de Mozart es la figura de su Padre. Y uno llega a sentir temor de solo escuchar a ese viejo mientras habla. ¡¡Es soberbio!!. ¡¡Una lección de actuación!!. ¡Imperdible!!.
¡¡Que bello es el cien que permite materializar tantas actitudes humanas!!...
lunes, 1 de junio de 2009
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