Me tocó presenciarlo más de una vez. Cuando a un conductor lo detiene el semáforo; como si fuera el único hombre en el mundo; el señor se lleva el dedo índice a la naríz y se escarba el orificio, como para sacar petróleo. Como si nadie lo fuera a ver, ó nadie se fuese a dar cuenta. Protegido por el techo de su auto, se rasca el ojo entrando por el orificio nasal. Estoy de acuerdo que un duro en la nariz es incomodísimo, ¡pero se debería ser un poco menos alevoso!. Pero lo que ví el otro día, desde la ventanilla del diferencial, me retrotrajo a mi infancia. Un hombre, muy bien vestido, de camisa y corbata, en un auto negro elegante, con la vista clavada en el parabrisas de su auto, se mete el dedo. Escarba, encuentra y saca. ¿¡Que!?. ¡¡No pude saber, porque se lo metió en la boca inmediatamente!!...¡¡BBLLLLL!!...
miércoles, 20 de mayo de 2009
El semáforo en la Mañana
Me tocó presenciarlo más de una vez. Cuando a un conductor lo detiene el semáforo; como si fuera el único hombre en el mundo; el señor se lleva el dedo índice a la naríz y se escarba el orificio, como para sacar petróleo. Como si nadie lo fuera a ver, ó nadie se fuese a dar cuenta. Protegido por el techo de su auto, se rasca el ojo entrando por el orificio nasal. Estoy de acuerdo que un duro en la nariz es incomodísimo, ¡pero se debería ser un poco menos alevoso!. Pero lo que ví el otro día, desde la ventanilla del diferencial, me retrotrajo a mi infancia. Un hombre, muy bien vestido, de camisa y corbata, en un auto negro elegante, con la vista clavada en el parabrisas de su auto, se mete el dedo. Escarba, encuentra y saca. ¿¡Que!?. ¡¡No pude saber, porque se lo metió en la boca inmediatamente!!...¡¡BBLLLLL!!...
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